¿Os acordáis que en el último post me despedí diciéndoos: ¡nos vemos en Berlín!? Pues bien, en aquel momento surgieron una serie de nuevos proyectos laborales que hicieron que fuera imposible contaros cómo había ido todo, pero hace poco, más concretamente, el 9 de noviembre hizo 29 años de la caída del muro y me he vuelto a acordar de esta ciudad tan maravillosa.
Es una ciudad que te acoge nada más llegar, es tan cosmopolita y llena de vida.Todo el mundo te dice que Berlín, no es como el resto de Alemania, tan serios y trabajadores y puede que sea verdad, todavía no conozco otras ciudades del país, todo llegará, pero supongo que será por su historia reciente o por la cantidad de gente de tantas culturas y países diferentes o por ambas. Seguramente sea eso.
Me dieron tantas recomendaciones antes de viajar que fue inviable hacerlo todo, pero aún así, valieron como primera toma de contacto antes de llegar para organizar los días que íbamos a estar sin parar de arriba a abajo.
Sí, esta vez no fui sola, sino con unas amigas que ayudaron a hacer de esos 4 días una experiencia inolvidable.
Tengo que decir que el edificio con el que me quedo es la Torre de la Televisión en Alexanderplatz. Ya se ve desde el aire, cuando estás llegando al aeropuerto, y fue la guía que me ayudó a posicionarme durante nuestra estancia allí, ya que, como se distingue desde, prácticamente, cualquier punto, servía para ubicarnos.
Hay muchas cosas que hacer y muchos lugares que visitar, además, la ciudad es inmensamente grande por lo que nosotras decidimos hacer una visita guiada de unas 3 horas de duración donde pudimos contemplar los principales puntos de interés y que nos sirvió para situarnos.
Nuestro guía, Tomás, nos contó y explicó la historia de la ciudad, comenzando por la puerta de Branderburgo para continuar hacia el Memorial al Holocausto, os puedo asegurar que la sensación de caminar entre los 2.711 bloques de hormigón que representan a personas de todas las edades asesinadas durante uno de los períodos más oscuros de la Historia, sobrecoge y no deja indiferente.
De ahí, nos llevó hasta el Ministerio de Hacienda, único edificio que queda en pie de la época de nazi y, luego paramos en otros puntos de interés como el más que turístico Check Point Charlie, las catedrales gemelas, una católica y otra protestante y el Konzert Haus, para acabar en la plaza de la Universidad donde tuvo lugar la famosa quema de libros sobre la que se basa la película La Ladrona de Libros.
A partir de aquí, nosotras nos fuimos por nuestra cuenta y entramos en la Universidad Humbolt, la más prestigiosa de Berlín para acabar descansado en la Isla de los Museos, en una de las muchísimas zonas verdes con las que cuenta la ciudad, viviendo una de las primeras anécdotas que nos pasaron durante el viaje.
¿Qué es Berlín sin cerveza? Nada. De hecho, como nota, os diré que el agua es más cara que la cerveza. Así que después del madrugón para ir al aeropuerto, el trayecto en tren, la visita y el calor que hacía (sí, hacía mucho calor), nuestra siguiente parada fue una de esas playas de río llena de terrazas, gente y música en directo, donde pudimos disfrutar de un rato de descanso con una buena cerveza alemana en la mano, eso sí, no estaba tan fresquita como la solemos tomar aquí, pero, aún así, nos supo a gloria.
Al día siguiente nos acercamos al East Side Gallery, única parte del muro que aún continúa en pie y que, a través de las diferentes muestras de arte, recuerda los diferentes momentos que se vivieron durante la época de la guerra fría. De ahí, al barrio turco a pasear por su mercadillo y por las calles de Kreuzberg, el barrio alternativo, donde, gracias a unos españoles por el mundo, pudimos disfrutar de otro descanso muy agradable en el parque de Golitzer, una zona verde que se mantiene gracias a la gestión vecinal.
Como somos mujeres de mundo y conocemos a gente en todos los sitios, pasamos uno de los días con una berlinesa encantadora que había residido durante un tiempo en Granada y, gracias a ella, conocimos otro barrio, éste menos turístico, pero con el mismo encanto, PrenzlauerBerg, donde pudimos disfrutar de una cena riquísima en un restaurante asiático, en el que apetecía comérselo todo, como en la mayoría de restaurantes y puestos de comida rápida de la ciudad, porque hay que reconocer que en Berlín se come muy bien y barato, comida alemana como el codillo y las conocidísimas salchichas, italianos, turcos, tailandeses, vietnamitas, ...
Evidentemente, no todo esto lo hicimos caminando, ya que las distancias son muy grandes, por lo que podéis coger el metro y disfrutar de las distintas estaciones, que en la mayoría de los casos no son subterráneas y conservan una gran belleza arquitectónica y los más deportista podéis alquilar una bici.
Saliendo de Mitte (centro de la ciudad) donde teníamos ubicado nuestro hostel, llegamos caminando hasta Tiergarten, el pulmón de la ciudad, una inmensidad de parque en pleno Berlín, donde también se encuentra ubicado el Bundestag, al que nos faltó entrar para disfrutar de las vistas desde su cúpula, construida por Norman Foster. Si no os lo queréis perder, es aconsejable que reservéis con antelación y la visita es gratuita, podéis encontrar toda la información en www.bundestag.de
Este mismo día llegamos a otra zona de la ciudad donde se encuentra uno de los monumentos, que también tenía muchas de ver, conocido como la Catedral Rota o Iglesia Memorial Kaiser William Wilhelm, que fue bombardeada durante la II Guerra Mundial y decidieron no reconstruirla y convertirla en un monumento conmemorativo.
A partir de aquí, seguimos haciendo pierna por la calle Kurfürstendamm, centro neurálgico del Berlín Oeste, llena de centros comerciales, tiendas y restaurantes para todos los gustos, hasta llegar al barrio de Schonëberg, conocido por ser la zona de ambiente de la ciudad, donde volvimos a comer estupendamente.
Ahora que lo pienso: ¡cuánto anduvimos!
Por supuesto, esto fue nuestro viaje, bueno, una parte, porque contarlo todo sería tremendamente largo, porque conocimos más calles, plazas, patios, parques, más cafés, galerías, monumentos, museos, muestras de arte urbano, música y vivimos un sinfín de momentos memorables.
Sé que muchos os preguntaréis, pero ¿no va a hablar de la vida nocturna de Berlín, si es conocidísima? Es verdad, haberla hay, pero eso no se cuenta, eso hay que ir y vivirlo...
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